Cuando estaba en la prearatoria, unos amigos y yo decidimos ir a un concierto en San Antonio. Como sería un viaje en carretera de más de diez horas, decidí comprar un libro para leerlo en el camino. Fui a una de estas librerías de viejo, y compré el de Crítica religiosa, de Voltaire, el cual consistía, en el corpus principal, en una larga lista de preguntas que el pensador francés le hacía a la biblia. La mayoría de las preguntas eran de inconsistencias lógicas e históricas. Cuando lo terminé, muchas de esas preguntas se quedaron en mi cabeza por largo tiempo. Y después, cuando tuve una plática con alguien religioso (tal vez en la escuela, no recuerdo bien), esa preguntas brotaron como por arte de magia. Y la respuesta inmediata fue “que todo es un acto de fe”. Es decir, la biblia estaba plagada de incongruencias porque todo lo que ocurría ahí, o la mayoría de las cosas que ocurrían, no tenían sentido de manera intencionada. Al final, de lo que se trataba, era de creer algo que en sí ya era in-creíble, es decir, algo que por su misma naturaleza explicativa no debía tener veracidad.

En fin. Así comenzó todo.

Después de mucho tiempo, me di cuenta que el único soporte que tiene la gente religiosa para comprobar que dios existe son unos cuantos viejos libros y los testimonios de algunas personas que han encontrado a dios, y que vistos desde la lejanía, parecen ser pruebas fehacientes de la asertividad de un creador que se asemeja más a un mal vendedor de seguros que no puede subir su tasa de ventas mensuales.

Pero el punto no es dar argumentos de la existencia o no de dios. No en este momento. Estoy convencido de que no hay alguna fuerza sobrenatural que haya creado todo y nos proteja mientras dormimos y nos guía al paraíso cuando morimos, creo que hay explicaciones muy sensatas que nos permiten conocer cómo se generó el universo, la vida, y todas las cosas posibles que habitan en el cosmos sin la necesidad de dios.

El  punto al que quiero llegar es que habría que ser ateos a pesar de que dios existiera. Es decir, no debería ser nuestra responsabilidad creer en él, o hacer esas cosas tan extrañas que vienen en la biblia para complacerle. Deberíamos vivir como si dios no existiera, incluso si existiera.

Recuerdo que un día platicaba con unos amigos que me decían que si no me inquietaba saber que al momento de morir no pasaría nada, y que todo se acabaría. Y es que algunos religiosos creen que estar conscientes de nuestra vida es algo sumamente importante. Recuerdo que les respondí que al contrario de lo que pensaban, cuando mueres suceden muchas cosas a niveles microscópicos, cosas que involucran a partículas y elementos tan pequeños e instantáneos que somos incapaces de verlos.

Pero volvamos al punto: debemos ser ateos a pesar de dios. Si es tan inteligente como dicen, él lo entenderá. Sabrá que debemos arreglárnoslas sin él. Que sería más justo para todos saber que por dentro, biológicamente, somos iguales, que no hay nadie que es preferido por el buen padre (a veces escucho que me dicen que dios me ama a pesar de que yo no, aunque eso no me exime de que me vaya al infierno).

Cuando un amigo me preguntó si no es bueno que todos pensemos que somos hijos de un mismo dios, incluso para fines pacifistas (arrastro lo político hasta donde puedo), yo le contesté que si a todos nos hubieran enseñado que la vida es un instante en donde un organismos multicelular es consciente de su presencia en el mundo a través de su fragilidad por perder esa capacidad de consciencia, de que lo que nos compone biológica y químicamente es lo mismo que compone al mundo y a todos los seres vivos y objetos de todos los espacios posibles, entonces tal vez habríamos entendido mejor nuestra igualdad, incluso habríamos hecho el intento por entender mejor las similitudes antes de nuestras diferencias.

Ale.