Hoy no se llaman herejes o extranjeros, sino terroristas, criminales o sicarios. El otro vigilado pierde su forma determinada, si es que alguna vez la tuvo, para convertirse en algo completamente amorfo. Las palabras del terrorista anónimo no pueden ser canalizadas hacia un solo referente, lo que sin duda impacta en el fortalecimiento del sujeto vigilante: ese que interioriza el miedo al otro desconocido generado por un Estado que es incapaz de encontrarle forma.

 

Fernández, J. M. (2011). Vigilados y protegidos. Pistas sociológicas para leer la vigilancia. Sociogénesis, Revista Electrónica de Sociología, 5. Recuperado el día del mes del año, en http://www.uv.mx/sociogenesis.

 

 

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