Quédate siempre detrás del hombre que dispara y delante del hombre que está cagando. Así estás a salvo de las balas y de la mierda.

Ernest Hemingway.

Que la vida es una mierda. Muchos ya lo sabíamos, nos lo dijo un tío borracho en navidad cuando éramos niños y no sabíamos mucho de nada. Cuando crecimos, nos lo encontramos de repente. El desempleo, las reumas, las deudas, los hijos, la escuela, el ser alguien en la vida. En la iglesia, el sacerdote nos decía que al bautizarnos y hacer la primera comunión, estábamos asegurando la vida en el más allá, pero nunca habló nada de aquí, del más acá. Marchamos muy guapos con unas velas blancas, con unos señores que decían ser nuestros padrinos, hasta los pies de Jesús, pero nadie nos dijo que al crecer había que trabajar, y que al trabajar, se va perdiendo poco a poco las ganas de vivir, que nos vamos quedando calvos, canosos y gordos, y que la piel se nos arruga, y que el viejo Jesús seguiría igual, sin arrugarse o engordar. En la televisión, algunos llegamos a ver cómo Macaulay Culkin, el inocente niño travieso de cabello rubio, comenzaba a fumar y la cara se le demacraba y su carrera no parecía encontrar fondo. Otros vieron a Pablito Ruiz, y otros a Joselito. Al final era lo mismo. La vida era una mierda para ellos, y nosotros, cuando los veíamos cantar y actuar, nos llenábamos de gusto, y sabíamos que no importara qué, siempre existía la posibilidad de hacer de nuestra casa un bunker contra ladrones con puros objetos domésticos.  Pero no, crecimos, y vimos que un niño de diez años solo, olvidado en navidad, se cagaría de miedo antes de pensar si quiera en tirarle un ladrillo a un desquiciado que amenaza con meterse a tu casa.

La vida es una mierda porque nos dijeron algo, y pasó todo lo contrario. Las canciones de Timbiriche, las telenovelas de Televisa, las películas de Hollywood, la tía lejana de Cuernavaca que cambia de coche cada dos meses. Todos nos mintieron. O, mejor dicho, omitieron algunas partes de la verdad. Cuando decían: “te amará siempre”, no terminaron la frase que decía “te amará siempre y tengas un buen trabajo, una casa bonita, un buen coche y una mente abierta y perspicaz y un cuerpo atlético”.

Pero no pasa nada, no hay que tener miedo de afrontarlo. La vida realmente es una mierda, ¿y qué? Mejor admitirlo a tragarse el rollo new age de que el universo, y las estrellas, y las galaxias, conspiran a nuestro favor y mientras estemos rodeados de vibra positiva, todo nos irá… No, afrontarlo desde ahorita, como es. La vida es dura. Muy dura, y a veces la gente no ayuda. Hay que batallar con la inseguridad, los secuestros y las extorsiones, con el cáncer de páncreas, la leucemia o la esclerosis múltiple, el desamor, la derrota, el abandono, la indiferencia. Claro, hay muchas cosas buenas, pero una vez leí, no recuerdo de quién, que la paz es sólo el momento entre una guerra y otra. Pero está bien saberlo, y que haya gente que te lo recuerde. La vida apesta, y eso no debe de hacernos bajar la guardia. Al contrario, hay que sentirse felices. Henry Miller una vez dijo: “I have no money, no resources, no hopes. I am the happiesta man alive”, y miren que sí vivió feliz ese hijo de puta.

Por eso, por que lo sabemos, porque nos enfrentamos a ella, siempre tenemos que estar atrás desde el que dispara y enfrente del que caga, nadie sabe por dónde va a llegar la desgracia, pero seguro no será a nosotros, yo, mientras tanto, disfruta feliz las desgracias de la vida, y mientras el destino dice lo contrario, yo creeré fervientemente que el amor es eterno, que la mente sana el cuerpo y que el universo siempre conspira a mi favor. Sí, señor.

Foto:A.G.